¿Por qué no vas a clase?

¿Por qué no vas a clase?

KYGN es una ONG creada por Annamariah que ayuda a la región de Mabogini, entre sus diferentes proyectos destaca la escuela.

Los niños de los que se habla en este relato no tendrán nada que ver con los de la historia para preservar su intimidad.

Estoy cansado, hace tiempo que no como algo que esté en condiciones. Veo una tienda y aprovecho para comprar unos refrescos e invitarlos a todos, sin un fin caritativo, sino con el único fin de poder tomarme el mío sin sentirme incómodo. Es increíble cuanto sabor tiene un refresco cuando hace tiempo que no comes nada condimentado.

Estamos visitando las familias más desfavorecidas de la escuela y gracias a Dios, hoy no hace demasiado calor. Camino junto a Annamariah, una superheroína sin capa, de estas de las que no publica en redes sociales todas sus buenas obras, sino que las hace porque le sale del corazón.

Por fin llegamos a la primera de las casas, las situaciones con las que nos encontramos no son del todo agradables, pero tristemente uno se acostumbra y empieza a actuar como un robot, sin sentimientos. Entras en la vivienda y piensas: ¿Qué podemos hacer? ¿Qué tenemos que hacer? Y todo lo que sigue es crear un plan para llevarlo a cabo.

Aunque  es cierto que podríamos escribir libros enteros de cómo todas y cada una de las familias que visitamos salen adelante, la historia de hoy no se detiene casa por casa, sino que sigue de largo. Continúa hasta llegar a unos terrenos donde nos encontramos con unos alumnos de la escuela.

– ¿Por qué no estáis en clase? – Grita Annamaria.

– Estamos enfermos, pero iremos mañana – responden los niños.

– ¿Y si estáis malos por qué vais a ir mañana?- Pregunta Annamariah con una sonrisa, a la que sigue un silencio que ya vale por respuesta.

A mí me indigna que tras todo el esfuerzo que Annamariah hace por traer la educación al pueblo, todavía haya personas que no se lo tomen en serio. Ella les está dando un número de oportunidades que sus padres habrían matado por tener.

Annamariah, la mujer del centro, es una de esas superheroínas sin capa.

Nuestra historia continúa hasta llegar a la parada más importante de este relato. Una casa humilde, donde un tejado de madera se sostiene sobre cuatro paredes de piedra luchan por seguir en pie.

Sale una mujer mayor que únicamente sabe hablar Suahili, por lo que Annamariah habla con ella mientras que yo hablo con su nieta, una niña de unos 9 años, que habla un inglés perfecto.

Esta niña, llamémosla “Marta” por no revelar su verdadera identidad, comienza a preguntarme sobre mi país, sobre mi opinión de Tanzania, Kenia, Europa, el mundo. En mi pura arrogancia, poco respondo cansado mientras me ruge el estómago, pero en ese momento de malestar que te causa un ayuno de doce horas, solo me viene una pregunta a la cabeza.

-¡Oye Marta! ¿Por qué no fuiste a la escuela? – le pregunto

-No puedo ir hoy porque estoy mala, pero mañana iré – responde. No puedo desaprovechar mi oportunidad, mira que lo sabía, malditos niñatos que pasan de todo.

-¡Ajá! ¿Y si estás mala cómo es que vas a ir mañana? – pregunto. Ella sonríe, pero no responde.

Noto que Annamariah nos ha mirado de reojo, pero no ha dicho nada. Pasamos una tarde tranquila, hasta que una hora más tarde la niña va al interior de la casa a buscar algo y Annamariah aprovecha el momento.

–Marta tiene VIH, lo heredó de su madre. Se les había acabado la medicación y por eso no estaba yendo a la escuela – dice con una cara que muestra más lástima que enfado.

Se me viene el mundo al suelo, valiente idiota y qué poco tacto. En mi ignorancia pensaba que ella no era más que uno de estos jóvenes que pasaba de ir a la escuela, pero todo lo contrario. Marta podía habérmelo dicho y dejarme callado, pero en su lugar decidió sonreír y seguir hablando.

Parece increíble que un centro como KYGN con centenares de estudiantes comenzara en esta pequeña cabaña.

Marta vuelve desde dentro de la casa, le pregunto que qué tal todo y procuro arreglar lo que he hecho. Sin embargo, ella tiene otros planes y quiere enseñarme la casa y lo grande que es su nueva habitación. Su hermana mayor se ha ido de casa, por lo que ahora comparte esta habitación tan grande con su prima. Este “enorme” cuarto consta de una cama y 4 paredes, sin apenas espacio para nada más, pero ella me sonríe.

-¿No es enorme? – me pregunta – Antes dormíamos en el salón, pero ahora este espacio es solo para nosotros.

¿Se puede ser más entrañable? Esta niña me hace un nudo en la garganta y solo puedo decir.

-¡Buah es enorme!

La historia de Marta no es la única en el pueblo. Su abuela tiene VIH, por lo que su madre nació con la enfermedad y ella más de lo mismo. Un futuro bastante incierto, para una comunidad que gracias a Annamariah están aprendiendo a leer, pero que tienen muy difícil el acceso a la universidad en una comunidad donde la economía está por los suelos.

Cuando llevas un tiempo inmerso en estos ambientes, pierdes un poco la perspectiva y olvidas de dónde vienes. Entiendo que no podemos estar haciendo un drama de cada caso, sino que tenemos que ser prácticos y así ayudar al máximo número de personas, pero nunca deberíamos perder la humanidad.

Llega el final de la jornada y tenemos que irnos, me voy prendido de la ilusión y esfuerzo de esta niña que tiene un nivel de inglés que ya lo quisiéramos en España.

– Tenemos que irnos. – Dice Annamariah.

– Ok, hora de marcharse – le digo a Marta – ¡Mañana nos vemos en la escuela!

– ¡Sí! – responde con una sonrisa que no podría ser más dulce.

Así llego el final de un día de sentimientos encontrados, de ver cuán  grande es el trabajo de Annamariah, pero sentir que no es suficiente, de querer hacer más y mejor, pero ver que es casi imposible.

Fuera como fuese, día tras día, mi admiración por Annamariah aumenta, una superheroína, que ha cambiado la vida de toda una comunidad.

A pesar de lo relatado aquí, la gran mayoría de alumnos de KYGN asisten a clases todos los días.

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