Una llegada un tanto inusual – Iraq

Una llegada un tanto inusual.

Una noche cualquiera en Erbil.

Antes de la tormenta siempre viene la calma.

– ¿Estás preocupado? – Me pregunta Veisy, mientras me pasa una cerveza.

– Un poco. – Respondo.

– No te preocupes –Dice en un tono bastante elevado para que pueda escuchar su voz por encima de la música- los kurdos somos muy hospitalarios y ya verás que la región es totalmente segura.

– Sí, eso leí, por eso decidí visitarla.

– ¿Sabes que el último atentado en la zona kurda de Iraq fue en 2013? De eso hace ya… ¡6 años! – Dice mientras repite la cuenta mentalmente – ¿Tendrías miedo ir a París o Londres? ¿Verdad que no? Bueno, pues esto es lo mismo.

– ¿Y sabes si los conflictos en Siria habrán afectado en algo?

– No, tranquilo. Como mucho verás una manifestación en defensa de los kurdos sirios, pero el gobierno las ve con buenos ojos. Así que todo irá bien, ya lo verás.

– Gracias, eso espero.

– ¿Tienes dónde quedarte?

– Sí, la primera noche me quedaré en casa de una chica alemana que está trabajando en Erbil. Me he puesto en contacto con ella a través de Couchsurfing.

– ¿Tienes su dirección?

– Sí, me la ha dado, pero los pisos no tienen número. Así que me mandado una foto de su fachada.

– ¡Genial! ¡Todo arreglado! No tienes nada de qué preocuparte entonces. – Dice mientras me da una palmada en el hombro- Bueno ahora vamos a sentarnos con los demás.

Un viaje con resaca de ideas.

De camino al aeropuerto no podía más que recordar la conversación que había tenido con Visy la noche anterior, ya había hablado con locales a través de la plataforma de Couchsurfing, pero que te lo dijera alguien en persona era mucho más tranquilizador.

La idea inicial era entrar a Iraq por carretera, pero esta pasaba junto a la frontera de Siria y sirios y tucos habían estado en conflicto durante las dos últimas semanas, por lo que tocaba subir al avión.

– Gracias – le digo al taxista mientras cojo mis maletas y entro en el aeropuerto.

Toca esperar. Resulta extraño no tener muchas personas con las que hablar, o al menos no de la situación actual, y es que mi familia, a excepción de mí hermana, no sabrá que estuve en Iraq hasta que abandone el país. Las historias que estoy publicando en Instagram, son de hace dos semanas.

Aeropuerto de Diyarbakir.

¿Un mal presagio?

Son las 11 de la noche, decido recostarme sobre uno de los bancos utilizando la maleta como almohada sin ningún remordimiento y es que el aeropuerto está casi vacío.

Los sonidos de una tormenta que se acerca crean un clima que de película de terror. El goteo de la lluvia en las ventanas se ve acompañada por las luces de relámpagos.

Hacía bastante tiempo que no sentía este nerviosismo antes de subirme a un avión.

Bueno, ha llegado la hora, los rayos siguen iluminando el horizonte, pero al menos ha dejado de llover. Una veintena de personas cruzamos los pasillos hacia nuestro avión que nos espera en medio de la pista de aterrizaje.

Nos subimos, mostramos nuestros tickets y cada uno se sienta dónde le da la gana, hay espacio de sobra. Me busco una fila libre con ventana y me abrocho el cinturón.

No tardamos en despegar. Muchas turbulencias, eso sí, pero 40 minutos más tarde, estamos descendiendo sobre Iraq y no tarda en escucharse el característico chirrido de ruedas que hace el avión al entrar en contacto con el asfalto. Hemos llegado.

Más allá de que apenas haya nadie, todo parece normal. El aeropuerto es bastante moderno y comienzan a desplomarse algunos de mis prejuicios. El aeropuerto de Erbil es uno más, como otro cualquiera.

Vistas de Érbil antes de aterrizar.

Conversaciones de aeropuerto.

– ¡Bienvenido al Kurdistán iraquí! ¿Querría hacerse una tarjeta SIM para disfrutar de internet durante su estancia? – Me grita un chico que parece no haber hecho ningún nuevo cliente en todo el día.

– Sí, claro. ¿Cuánto cuesta?

El proceso no difiere del que tendrías que realizar en cualquier otro país, por lo que pronto, distraído, mi atención se dirige hacia una mujer brasileña que está hablando en portugués con las autoridades. Como habréis podido imaginar, ellos no entienden nada de lo que ella les está diciendo.

– ¿Necesitas ayuda? – digo en mi portuñol aprendido en Brasil.

– Si, por favor ¿hablas inglés?

– Me defiendo.

– Diles que necesito que llamen a este número. Ellos mandarán a alguien a recogerme.

– Ok, no te preocupes.

Una vez termino con mis labores de traductor, regreso con el chico que ya ha terminado con el proceso y me entrega mi móvil con mi nueva tarjeta SIM.

– Gracias – digo mientras lo recojo y me dirijo hacia la salida.

Ha llegado el momento: cojo el móvil, abro el WhatsApp y mando un mensaje a mi host. Cruzo los dedos y espero que responda.

– ¿Taxi? ¿Taxi? – Me pregunta un grupo de señores a la salida del aeropuerto.

– ¿Cuánto?

– Barato, señor, 80 euros.

– Jajajaja – río mientras continuo y digo – sé que ese no es lo que pagaría un local. Un amigo me dijo que el precio son 20 euros.

– Esos son los taxis de afuera del aeropuerto señor y son las dos de la mañana. Ahora mismo no encontrará ninguno.

– Bueno probaré suerte. – Digo mientras veo a la señora brasileña de antes que me señala y me hace gestos para que me acerque.

– Él me ha ayudado, se bueno con él – le dice la señora a un local de unos 50 años que no parece estar muy contento de verme.

– ¿A dónde vas? – Me pregunta serio.

– A Ankawa  – respondo.

– Lo siento, no nos pilla de camino.

– Sí que nos pilla – dice mi heroína brasileña mientras me hace un gesto para que los siga. El señor resignado, acepta. Pronto estoy en el asiento del copiloto de un taxi, mientras la pareja no parece estar pasando su mejor momento en los asientos de atrás.

El señor dice algo en kurdo y el taxista detiene el vehículo junto a un 24 horas. No aguanto más, la situación no puede ser más incómoda y encima ellos parecen estar discutiendo en su mezcla de kurdo, árabe, inglés y portugués.

– Bueno, yo ya me bajo, que apenas son unos metros desde aquí.

– Vale, buenas noches – dice el hombre aliviado.

– Muito obrigada – dice ella en su bonito portugués.

Un viaje en coche un tanto peculiar.

Un paseo a pie.

Escucho el eco de mis pisadas y doy las gracias por no llevar una maleta de ruedas, de estas cuyo traqueteo despertaría a todo el vecindario. La calle está oscura, pero me ayuda a pasar desapercibido. No hay nadie por los alrededores.

Sin embargo, hay algo que sí me preocupa, mi host sigue sin responder a mis whatsapps. Espero que esté despierta.

Camino unos 20 minutos siguiendo Google Maps, hacia la localización que Lisa, mi host, me mandó antes de que saliera de Turquía.

Bien por fin, esta es, una casa terrera de dos plantas con un muro que la rodea y una puerta metálica que da acceso al jardín, la cual como es obvio, está cerrada.

Miro mi móvil, pero mi host sigue sin responder al WhatsApp, ni siquiera los ha visto. Decido llamarla.

No responde.

Ok, no pasa nada, llamo a lo que parece ser un timbre junto a la valla.

Nadie responde. Tal vez el timbre no funcione.

Bueno, este no era el recibimiento que me había imaginado, pero -Tranquilo, tranquilízate – me digo a mí mismo, mientras analizo la situación. ¿Un hotel? ¿Tal vez haya algún hotel cerca? Decido probar una vez más y llamo dando un buen golpe a la chapa de hierro de la puerta exterior. Se escuchan ladridos a lo lejos. La puerta se abre.

Bueno está bien, tal vez no me habían escuchado, pero si ahora llamo al timbre que está junto a la puerta seguro que me abren. Decido llamar al timbre, pero no suena, está roto. Ok… llamaré a la puerta entonces. Golpeo la puerta con los nudillos y ¡Surprise! ¡Surprise! Está abierta.

Un paseo nocturno.

¿Dormir o no dormir? Esa es la cuestión.

Apenas entra luz de la calle, pero si la justa y necesaria para que pueda ver un sofá cama abierto, con sus sábanas y almohadas preparadas. ¿Es para mí? ¿Para quién iba a ser si no? Esta es la casa, yo soy el huésped y el  sofá está listo para recibir a alguien.

Decido entrar. Enciendo la luz. No hay nadie en toda la primera planta. Esta es la típica situación en la que cuando uno se despierta, tiene una bolsa negra en la cabeza y las muñecas atadas a la espalda. ¿Qué hago? Hay registros de mi whatsapp, ella me ha mandado la localización, sería fácil registrar su número. En caso de que ocurriera cualquier cosa la policía debería saber dónde estoy.

Bueno, voy a echar un vistazo. La segunda planta se plantea un imposible, me digo a mí mismo mientras observo la escalera. No voy entrar en una habitación y que ella esté ahí durmiendo, no quiero que piense que estoy loco. Bueno, loco… no lo suficiente loco como para subir a la segunda planta, pero si para entrar dentro de la casa sin permiso de nadie.

¡Por fin! ¡Aquí está! Veo unas fotos de ella en la pared y varios libros. Todos ellos en alemán. Bueno, parece que estoy en la casa correcta. Hora de acostarse a dormir.

Pensarás que no pude dormir debido a los nervios, y créeme, yo pensaba lo mismo, pero estaba tan cansado que no tardé en caer rendido.

Curiosamente la vivienda estaba en el barrio cristiano de Erbil.

Guten morgen!

Son las 9 de la mañana, unos ruidos en la cocina me despiertan.

– Guten morgen! – digo esperando escuchar la voz de Lisa.

– Good morning! – me responde una voz masculina. Mi pulso se acelera.

– ¿Es esta la casa de Lisa? – pregunto.

– Sí, no te preocupes, estás en la casa correcta. Me dijo que te dijera que lo sentía mucho. Salió anoche de fiesta y no escuchó tus llamadas. – Dice Ahmed, mientras aparece a través de la puerta de la cocina con dos tazas de té.

– ¡Oh, mil gracias! Siento haberme metido en tu casa sin permiso.

– No, no, sabíamos que venías y Lisa te mandó las fotos de la casa y ubicación. Somos nosotros los que sentimos no haberte recibido como te mereces – dice mientras me pasa un delicioso té marroquí. – El té en marruecos lo preparamos de una forma distinta ¿sabes?

Este fue el comienzo de un viaje trepidante a través del Kurdistán iraquí, no todos los recibimientos fueron como este y ni mucho menos tan locos. Iraq fue una aventura que me tiró abajo muchos prejuicios y donde los kurdos no pudieron ser más hospitalarios.

El té es parte fundamental de la cultura árabe.

Posdata: La parte de los truenos en el aeropuerto puede sonar a historia dramática que busqué para darle dramatismo, pero no fue así, incluso fallecería una persona durante esta tormenta. Aquí os dejo la noticia.

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