Viviendo dos semanas entre beduinos.

Los nombres y fotos que a continuación se muestran no corresponden con los reales para preservar la intimidad de esta familia.
Aterrizo en Áqaba y me subo en un taxi que me lleva a altas horas de la noche a Wadi Rum village, el pueblo donde viven los beduinos con los que me voy a quedar.
Mi imagen del beduino es la de esa persona del desierto que se cubre la cara con un turbante y te observa con unos ojos profundos. Tal vez he visto demasiadas películas, pero la realidad no se aleja tanto de la ficción.
Al llegar me recoge Abid, un chico joven el cual está comenzando su propio campamento y necesita ayuda con su página web. A cambio, podré quedarme unas veces en su sala de invitados, en el pueblo, y otras en su campamento en el desierto.

Al día siguiente, llega la hora de movernos y nos subimos en su todoterreno. Este medio de transporte se ha convertido en el rey del desierto, dejando a un lado al camello que ha pasado a ser un modo de transporte para turistas.
Nos adentramos en Wadi Rum, para terminar dando con varios sudaneses que se encuentran soldando barras de hierro que servirán para construir el campamento de Abid. Únicamente hacemos una parada, ya que nuestro destino hoy es el campamento de su padre, en el que Abid trabaja. Para mi sorpresa, es bastante grande y turístico, por lo que es cierto que pierde un poco esa paz que uno espera encontrar en el desierto.
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Los días pasan rápido y paso a formar parte de la vida cotidiana de Abid. Me lleva consigo a todas partes, a reparar el coche, a arreglarnos la barba, a comprarnos una túnica a medida. Todo esto lo disfruto, pero apenas queda tiempo para trabajar en la web.
Cada día es distinto, pero cada noche lo es aún más, unas veces nos quedamos en el desierto y otras en el pueblo con su familia. Hablando con el padre de Abid aprendo muchísimo sobre religión, costumbres y vida nómada. Él se crio entre dunas y envuelve todo en un romanticismo que no deja entrever que es una vida llena de esfuerzo y sacrificio. Esto ha dado como resultado que, a día de hoy, gran parte de los beduinos se hayan mudado a los pueblos.

Los días se pasan volando, y si bien es cierto que la desorganización colectiva logra agotarme, terminamos sacando el trabajo adelante.
Estoy muy agradecido por como toda la familia se ha portado conmigo. A pesar de que trabajaba únicamente para Abid, su padre y su hermano me han tratado como a uno más de la familia.
Pronto llega el momento de partir y después de dos semanas con infinidad de conversaciones, sobre política, religión, cultura e historia, me subo a una güagüa (autobús en canario :P) para partir dirección Áqaba.
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